Autotratamiento de Reiki

Cuando nos hacemos daño y sentimos dolor en alguna parte del cuerpo, ¿quién no coloca automáticamente sus manos en la zona herida? Nuestras palmas irradian un calor que produce consuelo y a través de ellas se transmite esa energía que nos equilibra. Éste es el fundamento del Reiki, un proceso de reencuentro entre la energía universal (Rei) y la vital, la propia de cada persona (Ki), restableciéndose así la armonía que debe imperar en el organismo.


Calma y paz. Es lo que sentimos tras una sesión de Reiki que suele acompañarse de una charla con el profesional para ordenar asuntos personales. Y es que, para Bárbara Ann, experta en terapia bioenergética, “sin un cambio personal, el individuo creará otro problema que le hará retroceder al origen de la enfermedad”. La clave está en tratar la fuente; algo que “exige un cambio de vida, lo que conduce a una existencia mucho más acorde con el núcleo del propio ser”.

El terapeuta no sana; este profesional sólo actúa como intermediario entre nosotros y la ilimitada energía del universo. La imposición de manos actúa sobre los chakras –nuestros centros energéticos- y desde ellos se distribuye la energía por el cuerpo. Ésta, por su parte, busca el camino hasta instalarse donde el paciente más lo necesita, inundándole de relajación y bienestar. El objetivo es atacar los puntos negativos y llenar el cuerpo enfermo de la fuerza adicional necesaria para superar situaciones en las que la mente está débil y extenuada; por lo que una actitud abierta y positiva es fundamental a la hora de someterse al tratamiento.

El fin del tratamiento es que el paciente alcance un estado de salud óptimo, creando un estado emocional de paz y alegría interior – salvo casos excepcionales en los que el paciente necesita llorar-. Estos efectos hacen que el Reiki sea perfecto para curar los síntomas del estrés y la depresión, ya que esta terapia potencia el proceso autosanador de la mente y facilita la regulación de los procesos cognitivos que permiten resolver conflictos. Pero el Reiki no sólo limpia las toxinas de la mente, sino que también ayuda a pulir el organismo y a reequilibrarlo. Disminuye la ansiedad, por lo que al mismo tiempo provoca que cesemos en el consumo de sustancias nocivas como tabaco, alcohol o tranquilizantes. Motivos por los que el Reiki está reconocido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y miles de centros de salud lo han incorporado como complemento a sus tratamientos.

Falta de vitalidad, insomnio, molestias corporales, disfunciones metabólicas, dolores, tensiones musculares, alergias, asma… Sin sustituir nunca al médico, el Reiki alivia y ayuda en el tratamiento de casi todas las patologías. Es una energía que regenera estados físicos y emocionales dañados, pero también es útil al cuerpo sano al crear condiciones y mecanismos necesarios para la defensa del organismo.

Autotratamiento de Reiki.

“Un poco de Reiki siempre es mejor que nada de Reiki”, es la máxima que siempre recordaba Hawayo Takata, una mujer hawaiana de origen japonés que difundió esta terapia en Occidente. Por eso, aunque tengas poco tiempo, un autotratamiento al día nunca está de más. Las manos se colocan sobre la parte del cuerpo a tratar a una distancia máxima de 20 centímetros. Debes sentir el calor que emiten las palmas de la mano y relajar el cuerpo. Recuerda que eres un canal de energía.

En los ojos, para ayudar a curar los miedos o incapacidades para entender el pasado y el presente, para aportar energía.
En las sienes, para equilibrar el hemisferio izquierdo (racional y analítico) y el derecho (creativo y artístico).
En la garganta, para permitir expulsar la cólera y angustia contenidas. Es un punto importante en la comunicación entre mente y corazón. Ayuda a eliminar resentimientos y a equilibrar la relación: bienestar-nutrición.
En las rodillas. A través de esta posición (sentados en una silla y con las manos apoyadas en las rodillas), se produce una armonización y un equilibrio entre el cuerpo y la mente.
En los pies, para enraizarnos en la tierra. Elimina energías negativas y aporta seguridad interna.
En la espalda, para ayudarnos a descargar las preocupaciones, angustias y dolores.
En la nuca, para estimular las terminaciones nerviosas y envía estímulos placenteros al cerebro.

Verónica Palomo

Psychologies

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